Nuestra vida es efimera en comparación al universo.... y una longevidad en comparación con una mariposa

26 dic 2014

Pesadilla

Dedicado a la cumpleaños del día de hoy, que espero encuentre la liga a tiempo. Disculpa si tiene horrores ortográficos... No puede encontrar una beta a tiempo-  


Pesadilla.

Uno.

En la quietud de la habitación, la luz de la luna se cuela por la ventana acompañando al silencio. Las sombras se entremezclan sobre el escritorio lleno de libros medio leídos y hojas que vuelan con la más ligera brisa. Algunos lápices y pinceles, arrojados al suelo, se funden con líneas de la baldosa; salpicaduras de pintura enmarcan el camino al caballete, donde reposa un lienzo que retrata 'La tragedia'. 

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Dos.

Un río en el centro de la ciudad es custodiado por guerreros llamados desde el alma de la nación para una loable encomienda. Sus lanzas se levantan en las orillas generando una cerca irrompible, coronadas con tesoros de guerra para demostrar su poderío. 

La calle se enfrentan fieramente con cuchillos, espadas, lanzas, palos y todo aquello que esté disponible para luchar por la supervivencia, ya no la supremacía ni los ideales primeros de los generales. Las antorchas se alzan hacia el cielo nocturno para iluminar el paso a aquellos mejor adiestrados para desgarrar el alma a cualquier rival.

Por el suelo corre aceite combinado con la sangre de los caídos, de quienes es arrancada cada extremidad con sadismo y suculenta venganza, para después arrojarlas rumbo al mar –Excepto por los extraños que son usados para seguir acordonando la brecha que rodea el cause. La furia del pueblo es tanta que ya no importa quién es el que pague el precio. Los ojos vidriosos de los reyes observan iracundos e impotentes el destajo de los suyos y de otros que nada han hecho más que oír palabras necias contra los que intentaban imponer ordenar aún a costa del dolor de otros.

El río arrastra el olor putrefacto de los cuerpos y la sangre corroída por la vindicación, con fuerza tal que salpicaba fuera del torrente; pero la naturaleza es incapaz de parar la masacre generada por la violencia y la ira de aquellos que fueron oprimidos y reprimidos por siglos.

El grito terrorífico de una mujer se eleva por encima del caos en las calles, más alto aún que los alaridos desgarradores de aquellos que son atravesados a metal vivo O los que simplemente han pasado a ser parte del pavimento.

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Tres.

Su larga falda, llena de salpicaduras, aún luce tan bella como cuando fuera parte del conjunto de gala que solía ser su vestimenta. Su cabello enmarañado y la suciedad en su rostro aún dejaban ver las finas y delicadas facciones que lo componían, remarcando aún su belleza etérea.

Ella, aún histérica, sólo podía ver las sombras sin rostro que ahora componían el suelo. Los colores rojizos que iluminaban la matanza frente a ella, haciendo mas roja la sangre, más brillantes las dagas, más filosas las espadas, sólo parecían destellos momentáneos cruzando en su camino. A pesar de estruendoso choque de metales, de los susurrados sollozos o los alaridos de dolor, ella sólo escuchaba el repiqueteo acelerado de su corazón, las pisadas apresuradas contra el suelo y el frufrú  de sus piernas contra su, ahora, falda.

Buscaba desesperadamente entre la multitud, ignorando los cuerpos que pisaba, porque <<aún puede ser posible>>, porque aún lo siente fuerte en su pecho, aún siente el llamado.

<<Dónde, dónde, dónde…>> Sigue repitiendo en su mente. Tal vez cerca del río, custodiando, o luchando, o rompiendo… Incluso limpiando.

<<Cerca, cerca, cerca…>> El pandemónium aún está desatado a su alrededor, pero nadie le presta atención a alguien que no irradia el fulgor de la lucha en sus ojos. Camina y se mueve entre chispas y gotas salpicada desde los cuerpos, corriendo, buscando.

Se detiene en las picas del río; la mitad de sus conocidos la ven fríos desde lo alto de esas deformes estacas, algunos aún volteando la derecha como indicando el camino. 

<<No, no, no…>> Y ahí, justo en la última punta de lanza, se encuentra viéndola con atención, con miedo, pero sobretodo con culpabilidad. 

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 Cuatro.

Un grito desgarrador rompe el silencio de la noche. Un revoltijo de cobijas cae al suelo mientras un hombre salta de la cama, que se encuentre en un rincón del cuarto, aterrizando justo al frente del último cuadro que ha pintado.

Una ráfaga de viento se cuela por la ventana abierta y los dibujos a carboncillo vuelan a su alrededor mostrándole caras, grabados de espaldas y coronas reflejadas con luz de antorchas. El último bosquejo de la pila cae directamente en el fuego renaciente de la chimenea, chamuscando un rostro fino y delicado, de una mirada amable y una sonrisa compasiva.

El hombre aún intenta controlar su respiración, el acelerado bombeo de su corazón y es apenas consciente del dolor en su garganta por el bramido que lo despertó.

Aún es claro en su memoria el rostro desfigurado llorando frente a él, de la guerra sangrienta desatada junto al Sena, de la imagen de sus brazos hundiéndose en el agua. Observa su cuadro y se acerca a añadir el último detalle, el dije dorado en el cuello de la mujer; Y por último su firma. Es tal y como lo recuerda de sus sueños, como cada noche lo ve. Y no puede evitar que la peor parte sea no recordar quién es ella.


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