Dime Luna, ¿Por qué me miras siempre así? ¿Por qué nunca dices tus secretos? ¿Es acaso que soy malo? ¿Que soy débil? Sé que no soy perfecto, que nunca llegaré a ser lo que tu fuiste.
En tus ojos, ¡oh, querida Luna! Encuentro las respuestas a todas las preguntas; siguiéndote yo sé que llegaré lejos, aunque la noche me alcancé en algún punto. Tu luz me ayudará a levantarme, porque el agujero por el que caiga no será infinito y al final tú, Luna, tendrás la fuerza suficiente para ayudarme a salir de ahí.
Testigo de mis errores ¿Sabías que nunca he confiado como en ti? Porque sé que soy inestable y a cada paso que doy retrocedo dos. Pero puedes controlarme tanto como quieras, porque estoy a tus servicios; por favor, tómalo con responsabilidad, porque ni yo sé como manejarle.
Y no, esto sólo es una redacción de amistad, un contrato que debía firmar pues en tus ojos bicolor veía indecisión y miedo de aquel que solo yo debo tener, yo que conozco el sufrimiento en carne propia, yo que no conozco el mundo ni lo veo como tú lo haces. Yo, que no entiendo lo que pasa.
Luna de poderes infinitos, presente en todo lugar, en todo momento. Sabes que algún día lograré conseguir alcanzarte y ser una estrella más a tu lado pero mientras tanto debes brillar porque las manchas te dan un resplandor único con el que alzas la victoria frente a la obscuridad. Y puedo prestarte mis servicios encendiendo pequeños focos aunque sabes que no lograré nada por mi para vencer en solitario.
Luna de dos caras
Que vive en las sombras
No temas al futuro
Que tu siempre seguirás en él.
Igual que yo, como viejos conocidos
Que en cada nueva era se reencuentran para platicar
Porque el tiempo se vuelve relativo
Siempre que estoy contigo.
Sólo eso quería decir.
Gracias por seguir ahí.
Para soportarme y enseñarme.
Para sonreírme y alentarme.
Gracias por aceptar a alguien tan diferente
Que solo te sigue a ti como
La flor que se resigna a una oficina
Y el vuelo de la mariposa.
Porque es la mejor manera de burlarme de tus enemigos
Te quiero.
Francia A. Campos.
